Una historia personal e íntima es la que nos entrega esta vez Francisco Flores Olave, historia simple, con mucha nostalgia y una gran demostración de amor hacia lo que más quiere y venera, su familia.
Mi tía María Inés
Aún resuenan en mis oídos los gritos de desesperación en el momento en que mis tíos Carlos Abarzúa y Reynaldo Sanhueza me tenían tendido sobre una mesa porque mientras uno me sujetaba el otro hacía los ademanes con una cortaplumas de querer “caparme”, según decían.
Mi tía María Inés Flores Arriagada, casada con mi tío Carlos Abarzúa; salía desde el interior de la casa increpándolos por el disparatado jueguito que a mi no me hacía ninguna gracia.
Después de haber recibido el “raspacacho” que mi tía les endilgaba y habiéndome soltado, salía yo corriendo hasta el fondo del sitio donde tenían un gallinero a la sombra de unos ciruelos para esconderme y no salir de allí hasta que mi mamá me iba a buscar una vez que terminaba su trabajo de lavado de ropa que realizaba allí.
Mi tía María Inés era especial; aunque me asustaba un poco las bromitas de mi tío Carlos me gustaba ir a esa casa al final de la calle Orella, a una cuadra de la Plaza Caupolicán porque allí tenía varios primos con quién jugar.
Recuerdo que almorzábamos todos los chicos primero y después mientras lo hacían los mayores nos íbamos a jugar por el sector donde se ubica la Población Juan Pablo Segundo ahora, en realidad el grupo era numeroso porque nos juntábamos con varios niños del sector y se jugaba al “jovencito” de la película y si por casualidad eras sorprendido escondido entre los matorrales al grito de “camán camán” eras hombre muerto y estabas fuera de juego. (“camán camán” era una deformación del vocablo que se escuchaba en las películas de vaqueros “come on “
Mi tía Inés me regalaba ropa y zapatos de mi primo Carlos porque éramos casi de la misma estatura. Eso era cuando pequeño.
Luego cuando crecí un poco me daba un poco de vergüenza pedirle zapatos así nomás de regalo; entonces me “intelingenciaba” unos almudes de papas; tantos como pudiera cargar según mis fuerzas y cruzaba Cañete con mi saco al hombro hasta la casa de mi tía para hacer un trueque; ella me daba los zapatos y yo le dejaba las papas. Negocio redondo.
Si por casualidad no había mercadería donde mi tía; mi tío Carlos me decía “vamos por allí” y me llevaba a la tienda de Don Elías Jana Santibáñez donde me compraba varias cosas entre ropa y zapatos.
Otras veces iba sólo de visita donde mi tía Inés y le llevaba un gran ramo de margaritas que abundaban alrededor de mi casa y que ella me agradecía mucho con una buena once que me servía.
Mi tía Inés era especial, tenía un genio especial, parece que andaba algo así como enojada, pero como uno la conocía pasaba por alto ese detalle y no le hacía caso. Ella era muy generosa.
Mi tía Uberlinda
También ella era especial
Mi tía “Uba” recuerdo que la conocí una vez que llegó desde el norte, no sé si de Concepción o Santiago; tampoco sé en qué medio de transporte, sólo recuerdo que estaba anocheciendo y con mi papá, mi tío Mingo, mi hermano Luis, seguramente también mi abuelito Pancho comenzamos a entrar sus cosas que traía a la casa de mi abuelita Hortensia; en realidad con mi hermano Luis más nos dedicamos a jugar que a ayudar.
Luego mi tía “Uba” tenía un puesto de frutas en el Mercado Municipal.
Uno entraba al Mercado en aquel tiempo, años ´60; y el panorama era así; se cruzaba la puerta y en las esquinas norte y sur había una sucursal de las Panaderías “La Nueva” y “La Estrella”; luego en la nave central el primero a la izquierda el puesto de la familia Villarroel; inmediatamente después por el pasillo de la izquierda era el puesto de mi tía “Uba”.
Mi tía “Uba” me tenía autorizado que me podía comer todas las uvas desgranadas que hubiera en los cajones y que a veces eran tantas que las juntaba en una caja y me las llevaba para la casa en donde me daba un festín con mi hermanita chica Ana María.
Pero había ocasiones en que no se desgranaban las uvas, así que yo esperaba pacientemente a que mi tía fuera al baño o bien a conversar con alguna locataria amiga momento que aprovechaba para sacudir los racimos y se desgranaran para poder comer.
Recuerdo que una vez me pasé de la escuela en la tarde y sería como el mes de julio porque se puso a llover como que el mundo se iba a acabar y mi tía me llevó a su casa en la esquina nor-poniente de Uribe con Mariqueo para esperar que pasara la lluvia; pero la lluvia no paraba y mi tía no dejaba que me fuera, hasta que sería como las 10 de la noche en que llegó mi papá que me andaba buscando quién luego de verme donde mi abuelita Hortensia se le ocurrió como una posibilidad que estuviera allí.
Esa noche me quedé a dormir con mi tía quién por la mañana me llevó a la escuela porque ese año, 1965; yo tenía clases todo el día. Estaba en 2do año básico y estaba por cumplir los 8 años.
Mi tía “Uba” fue quién le regaló los primeros aros que tuvo mi hermanita Ana María, y a quién admiraba mucho porque todos en la familia decían que se le parecía; y mi tía decía “como yo iba a ser tan bonita” por mi hermana.
Cuando tuvimos que irnos a la Población Juan Pablo Segundo (Larroulet en ese tiempo), mi tía fue de gran ayuda porque nos acogió en su casa; su marido, mi tío Humberto Medina fue quién tramitó el sitio donde nos instalamos a vivir de manera definitiva.
Mi tía Olga
A mi tía Olga Flores Arriagada la he dejado para el final porque ella sin querer se convirtió en la más especial de mis tías.
Recuerdo que cuando me di cuenta de la situación mi hermano Luis era ahijado de bautismo de la señora Sara Ramírez y yo de mi tía Olga, cosa que no me gustó así que nunca le dije madrina a mi tía, pero sí a mi Madrina Sara, entonces cuando mi mamá me corregía y me decía “tu madrina es tu tía Olga” yo le contestaba “No, ella es Olga solo no más”.
Mi tía Olga vivió según puedo recordar en la calle Luis Cruz Martínez casi esquina de Uribe, así que desde mi casa en el sector del Puente El Carmen yo veía la suya, entonces le decía a mi mamá “allá se ve la casa de “Olga solo”
Luego se mudaron a la esquina nor- oriente de Mariñan con Riquelme y olvidándome que ella era “Olga solo” igual llegué hasta allí varios años con mi certificado de promoción de curso para que me diera mi correspondiente recompensa monetaria.
Mi tía Olga no sabía leer así una de mis primas le leía el certificado y al final mi tío Reynaldo, el mismo que antes quería “caparme” me daba la recompensa en efectivo y como sabía el conflicto religioso que yo tenía me decía “esto es de parte de tu Madrina”.
Por los años 1971- 1972 mis tíos se fueron a Santiago así que ya no los vi muy seguido, a veces a través de una carta había noticias suyas.
Pero bueno, dije que sin querer mi tía “Olga solo” se convirtió en la más especial de mis tías y esto fue así
Por febrero del año 1979 se me ocurrió concretar el viejo anhelo de irme a Santiago y luego de un tiempo mi hermano Luis me manda la dirección de mi tía Olga para que la visite y lleve saludos de su mamá, o sea de mi abuelita Hortensia.
Pues bien, llevaba algún tiempo visitándola cuando en una oportunidad recordó a Marta que hacía un tiempo que no venía a verla; yo le pregunté: ¿quién es Marta? --- Una amiga, me dijo.
Pasaron algunas semanas y decido visitar nuevamente a mi tía Olga en su casa y al entrar al pasillo que daba a su comedor me doy cuenta que está conversando con alguien que no alcanzo a ver; cuando quedo frente a mi tía Olga veo una persona; en realidad sólo vi dos ojos verdes cual esmeraldas encendidas y relucientes como jamás había visto en mi vida que quedé hipnotizado
Mi tía Olga me dijo: “ella es Marta”
Bueno, la historia concluye con Marta y dos hijos maravillosos.
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