De la permanente recopilación que Rolando Matus López realiza en la Biblioteca UdeC nos envía un artículo publicado en diario El Sur por el periodista lebulense Iñigo García en octubre de 1939.
Rolando se da el trabajo de transcribir el texto e ilustrarlo con algunas imágenes que se evocan en el artículo que muestran fotografías actuales de las distintas ciudades que lleva el nombre de Cañete en tres países distintos (Chile, Perú y España):
CAÑETE Y SUS EVOCACIONES NOBILIARIAS - EL FERROCARRIL DE LOA SAUCES A LEBU PROMISOR DE PROGRESO - UNA ESTACIÓN DE FERROCARIL PÉSIMAMENTE SITUADA - EL INTERES PARTICULAR SOBRE EL INTERES COLECTIVO - UN PROYECTO DE MONUMENTO RECORDATORIO - EL CERRO DE PELECO, UN MIRADOR MARAVILLOSO. Pocas ciudades en el país tienen un nombre más evocador que el de Cañete. Al nombrarlo vienen a la memoria castillos almenados, blasones de nobleza, hazañas de caballeros y gestos de hidalgos. Hijo del marqués de Cañete fue aquel joven capitán don Diego Hurtado de Mendoza que diera el nombre a la ciudad, después que con la muerte de don Pedro de Valdivia, desapareciera hasta los cimientos del primitivo fuerte de Tucapel. Cañete llámase también una provincia de del Perú y Cañete un pueblo de la provincia de Cuenca en España que cuenta a su saber con una antigua muralla con torreones y castillos. Y en la región andaluza dos pueblos hay: uno Cañete de las Torres y otro en la de Málaga, Cañete la Real. No pueden ser más nobles y gloriosos los abolengos de esta pequeña ciudad de la provincia de Arauco recostada en los primeros faldeos de la cordillera de Nahuelbuta. Hermana gemela de Lebu ha pasado como esta ciudad, las mismas vicisitudes, sufrido los mismos abandonos gubernativos, soportando las mismas postergaciones. El ferrocarril de Los Sauces a Lebu le ha traído días que le auguran un gran florecimiento. Pero le habría servido mejor dicho ferrocarril si se hubiese emplazado la Estación en el sitio que habían señalado los primeros estudios. No se sabe por que artes- no fueron las de birlibirloque- se edificó la estación a un kilómetro de distancia del pueblo. Esa distancia no habría sido nada si no hubiese que librarla repechando una cuesta mortificante para la gente pobre que tiene que ir a la ciudad. Las malas lenguas que nunca faltan asegurándose que el trazado del ferrocarril que colocaba la Estación en un tan mal sitio no obedecía a otro propósito que el de beneficiar a cierta firma comercial extranjera para la que era más cómodo tender un desvío desde la Estación hacia sus fábricas. ¿Qué valían los intereses de todo un pueblo ante el interés de una empresa comercial? Hubo que preferir esto último. Cuando el viajero llega a Cañete se sorprende de no ver más edificios que los de la Estación. Y cree que eso es todo. Cañete. Para darse cuenta exacta del pueblo debe repechar la cuesta con la lengua afuera si es en el verano o sumido en el barro si es en el invierno. Sin embargo, todas las molestias son compensadas cuando se llega al pueblo, alegre, simpático, de anchas y bien cuidadas calles. El Cañete actual fue fundado bajo el Gobierno de don José Joaquín Pérez, por el coronel don Cornelio Saavedra el año 1868, como a dos kilómetros al norte del primitivo emplazamiento que le designase en 1557 el gobernador Hurtado de Mendoza. Tiene el propósito el actual gobernador del departamento don Eudocio Rivas, de construir, por suscripción popular, un monumento recordatorio de la antigua Cañete en el sitio en que, según la tradición, estuvo asentada la Plaza Real de la ciudad. El propósito no puede ser más interesante, más significativo y más patriótico. Honrar el pasado es hacerse más digno del presente. Por su pasado histórico, por la belleza de sus entornos, por la amabilidad de sus habitantes, Cañete está llamado a constituir un gran centro de atracción turística. Si hasta los numerosos indígenas que se ven por sus calles vestidos a la usanza de la raza, pone una nota original y pintoresca para quienes van siempre en busca de nuevas y gratas emociones. Tiene Cañete, en su parte sur, un cerro que podría convertirse en un mirador maravilloso. Desde su cumbre se abarca el más grande y más bello de los panoramas. Me han asegurado – porque yo no he subido a él- que en los días claros se domina, desde la cima del Peleco toda la grandiosidad del litoral del pacifico desde las enormes usinas de Lota hasta los últimos farellones de la desembocadura del Imperial. Es una lastima que no haya un camino que permita franquear sin dificultades la cima del Peleco para hacer volar el espíritu por panoramas de las más salvaje de las bellezas naturales.
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