Una pregunta que todos evadimos o la que no queremos hacernos, podríamos decir que es la columna más pesimista de Francisco, pero no… quizás la más realista, la que no solo habla de la muerte, sino de nostalgias y amor por la tierra que lo vio nacer, su gente, su familia y como la "modernización" nos ha cambiado.
Fue por una pregunta de mi hermana Norma Jacqueline de visita en mi casa que nuevamente comenzó en mi corazón a corroer esta tremenda nostalgia que es una daga que taladra y penetra desde siempre; pero nunca se había instalado como un huésped poco grato en mi existencia.
Pancho --dijo mi hermana; si murieras ¿Dónde te gustaría quedar; acá en Santiago o que te llevemos a Cañete?
Debo confesar que primero me reí, pero luego me puse serio, muy serio; y le respondí amorosamente con el profundo afecto y respeto que le profeso a mi hermana. --Sinceramente, es difícil de responder.
Si te lo digo de buenas a primeras; por supuesto, quiero me lleven a Cañete, ese Cañete que añoro día tras día; todos los días de mi existencia.
Ese Cañete que he añorado todos los años que he vivido lejos y que noche tras noche está en mis sueños; aquel Cañete con olor a nostalgia, a verde, con olor a carreta con ruedas de madera y bueyes rumiantes de marcha lenta, las mismas carretas que ya no vienen al pueblo; aquel Cañete con empuje de gente trabajadora y honrada como pocas.
El problema es el siguiente; Cañete no es el mismo tal cual yo tampoco lo soy, ha transcurrido ya casi 40 años desde que me alejé de allí, y la inocencia que tenía mi pueblo ya no existe; ya no existen los bailes vecinales en los 4 costados del pueblo; ya no existen los caminos rurales de gravilla o tierra, hoy el asfalto ha cubierto gran parte de todos ellos.
Ya casi no existen muchos de los negocios familiares de antaño, ha llegado mucho comercio afuerino, y ello ha mutado los hábitos de mi querido pueblo.
Las razones que cualquiera pueda tener para alejarse de su tierra y seres amados pueden ser muy variadas, pero generalmente están asociadas a una búsqueda de mejor calidad de vida a través de un mejor empleo.
Ha pasado mucho tiempo desde aquel día martes cuando le comuniqué a mi mamá la decisión de marchar a Santiago, y a pesar de las múltiples dificultades, al poner todo en la balanza el saldo es positivo, en lo que respecta a mi persona.
Sólo que hoy mi madre no está, mi padre tampoco, ni mi hermana Anita María, mi compañera de muchos juegos; muchos tíos también se han ido para siempre, todos mis abuelos; muchos amigos y familiares ya desaparecieron y los alberga la tierra generosa de mi pueblo tan querido. Otros están enfermos y debilitados.
Hace un par de días vi en las noticias que un actor de 93 años que yo pensaba que era eterno, había fallecido; él estaba entre mis preferidos. Ahí me di cuenta que todos o casi todos mis actores, actrices y cantantes favoritos han fallecido. Entonces… ¿qué queda para mí?
Si mis héroes que eran poderosos e indestructibles han acabado su existencia quiere decir que pronto es mi turno.
Puedo darme cuenta de ello al caminar por la calle y sentir el cansancio de luchar contra la fuerza de gravedad que me tira hacia abajo curvando mi espalda, y yo en mi rebeldía porque eso no suceda trato de erguirme como antaño pero me agoto, y con una mueca de dolor me entrego a la curvatura de los años que inexorablemente se han quedado en mí.
Cuando muera, con seguridad no descansaré en Cañete, pero me quedaré aquí en esta tierra que generosamente me acogió, me brindó su calor y me dio lo que mas he amado en el tiempo que he estado aquí; Marta, mi mujer, una extraordinaria compañera y esposa; mis dos hijos, un hombre y una mujer dignos y honrados que aportan a la sociedad con sus talentos y con quienes me siento plenamente realizado.
Cañete, Cañete nunca saldrás de mi corazón.
Francisco se siente reflejado por una antigüa canción de Arturo Millán / Osvaldo Geldres,
donde el autor también se inspiró en su pueblo natal.
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