Difícil resulta encontrar en estos tiempos, dirigentes deportivos como René Mario Soto Alarcón, Q.E.P.D. Los caupolicaninos pueden sentirse orgullosos con absoluta legitimidad, de haber podido tener en sus registros, un hombre con tanta identificación por la camiseta roja del club de la calle Segundo de Línea en Cañete. No cabe duda que la historia de este club y del deporte cañetino, le debe un capitulo relevante. Hace algún tiempo a través de esta misma tribuna, destaqué y elogié la brillante decisión de los actuales directivos de Caupolicán, de rendirle un reconocimiento en vida, bautizando el gimnasio con el nombre completo, no pudo haber sido una elección más justa y merecida.
Durante todos los años que viví en mi ciudad querida y desde los siete años, pude comprobar en terreno, las grandes cualidades de "Camarico" como le llamaban coloquialmente. Poseía una tremenda fuerza de voluntad, aparte de su pasión por el deporte, especialmente por el futbol. Características que transmitió con su particular estilo y que a veces le origino algún conflicto con sus pares. Como entrenador de series menores, inculcó siempre el amor por la camiseta y el escudo, después dirigiendo a los adultos, también puso su sello, pidiendo siempre el máximo de compromiso y responsabilidad a la hora de competir.
El club Social y deportivo Caupolicán, fue su segunda casa y sus socios y simpatizantes, su segunda familia. Su amor por el club, era más importante que cualquier otra circunstancia anexa, para Mario Soto las derrotas o los triunfos, eran sólo una anécdota, sus objetivos eran más ambiciosos. Quería que el club se desarrollara, que creciera en todos los aspectos, el sueño del Gimnasio fue su caballito de batalla, sueño que afortunadamente pudo cumplir antes de morir.
Recuerdo que cuando hubo momentos difíciles para mantener en pie el club, nunca bajó los brazos, muchas veces lo dejaron solo, salvo contadas excepciones, fue perseverante y casi siempre se las arreglo para salir adelante. Si había que hacer de empresario de circo pobre, lo hacía con gusto, lavaba las camisetas, el mismo llevaba la bolsa y las pelotas a la cancha, y en oportunidades pasaba a buscar a los jugadores a sus casas para llevarlos a jugar. Nunca lo vi decaído y sin vitalidad, la derrota no le quitaba ganas y entusiasmo, no le importaba hacerlo todo, con tal de que el "Caupo" estuviera siempre representado en todos los ámbitos del deporte.
Sin ninguna duda, que se le recordará, Caupolicán y el deporte de Cañete han perdido una gran hombre. Es de esperar que su legado, se transmita a las nuevas generaciones, porque ese amor y esa pasión incondicional a la camiseta roja de su club, es un ejemplo a seguir. Sobre todo en estos tiempos, donde todo es tan frio e impersonal y donde cada vez es más difícil encontrar este tipo de personajes. Siempre se ha dicho que las personas pasan y las instituciones quedan. En este caso, yo creo que Caupolicán seguirá existiendo junto al recuerdo vivo de este gran hombre.
Hasta siempre y gracias "Camarico Soto"