Cada vez que cae el telón de los J. O. se produce una especie de reflexión respecto a la distancia gigantesca entre los países desarrollados, con aquellos que recién están en camino de conseguirlo. Es verdad que al momento de los balances siempre se pueden sacar cosas en limpio independiente de los resultados, no obstante los análisis técnicos nunca están exentos de críticas, sobre todo si no se cumplen las mas mínimas aspiraciones.
Al margen de aquello, me parece que es sano sacar conclusiones realistas y aterrizadas. Hay que reconocer que a despecho de los avances de los países subdesarrollados, la distancia se mantiene de manera contundente con las naciones que en materia deportiva hace mucho rato alcanzaron el desarrollo. Mientras los países del tercer mundo hacen esfuerzos múltiples para preparar deportistas de alto rendimiento y entregarles todas las herramientas necesarias, los del primer mundo siguen cosechando lo que sembraron con anterioridad e incluso van perfeccionando los procesos.
Así las cosas, son pocos los países que logran competir de igual con aquellos que ya le sacaron ventaja y como consecuencia la distancia aumenta de forma considerable. Hace algún tiempo las potencias panamericanas como Brasil. Argentina y Cuba, podían instalar deportistas en el podio con cierta frecuencia y daban dura lucha en el medallero, en estos juegos, Brasil sólo tuvo que conformarse con ser el mejor ubicado y nada más. Ahora pareciera que el oro, la plata y el bronce, solo son de propiedad de las potencias mundiales, salvo contadas excepciones, es como que los J. O estuvieran hechos para ellos y que el resto cumple un rol de participación, bien sabemos que no es lo mismo participar que competir.
La realidad de Chile provoca frustración, porque lo que se avanza con tantas dificultades de diversa índole, no se nota a este nivel de exigencia y así ocurre en la mayoría de los países como el nuestro, donde el deporte no puede ser prioridad por un tema de sentido común, y aunque resulte lapidario decirlo, es imposible poner los J.O como objetivo mediático si no se queman las etapas necesarias para llegar con verdaderas expectativas.
Lo mejor para Chile es poner el foco en los próximos Panamericanos donde seremos locales, hay que seguir enfatizando los proyectos y programas con el mismo entusiasmo y aunque cueste aceptarlo, mirar el futuro con objetivos reales, en la medida de las posibilidades y en proporción con el desarrollo del país. Primero trabajemos para ser potencia en nuestro continente y una vez instalados en ese podio, comencemos a mirar los J.O con legítimo optimismo e ilusión. En la medida que el Estado esté en condiciones de entregar las garantías para que el deporte de elite sea una actividad profesional, no cabe duda que las cosas deberían cambiar en materia de resultados.
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