Las historias simples, pero contadas con gran maestría, sin duda nos hacen rememorar el Cañete de antes, de varias décadas atrás, cuando todo era más sano y tranquilo, tal como lo plasma Francisco Flores Olave en las historias de su vida.
Tenía yo como 5 años cuando un día llegó de Santiago de vacaciones mi tía Mary, ella es María Olave Olave la hermana menor de mi mamá quién hacía algún tiempo había emigrado a Santiago en busca de mejores horizontes.
Su llegada a casa fue un acontecimiento importante pues mi papá le tenía mucho cariño y se ponían a hacer “gallitos” acerca de quién era mejor cantante, si Pedro Infante ídolo de mi papá o Jorge Negrete ídolo de mi tía Mary.
Comenzó a llevarme con ella donde fuera y en todas partes decía. “es mi hijo” así que mi tía Mary pasó a ser mi mamá.
Con ella conocí a todo un personaje de Cañete como era don Volney Sánchez concesionario del Club Radical, pasamos a saludarlo porque mi mam… perdón, mi tía Mary había trabajado en su casa y guardaba gratos recuerdos de su estancia allí.
Luego de visitas varias a algunas amistades y familiares nos dirigimos a la estación de ferrocarriles de Cañete junto a mi abuelo materno Don Teófilo Olave Sáez hacia Lebu para ir a visitar la familia que estaba radicada en esa localidad.
No sé la fecha de estos acontecimientos ni a que hora nos embarcamos en el tren, menos cuanto tiempo duró el viaje, pero sí recuerdo que al llegar a Lebu ya estaba de noche y había mucho movimiento en la estación con gente esperando la llegada de amigos o familiares, también muchos comerciantes ambulantes gritando su mercadería.
Rápidamente nos dirigimos hacia algún lugar que yo desconocía llegando a un pequeño pasaje de una cuadra llamado Miraflores en donde mi abuelo abrió un pequeño portón y nos adentramos en un patio que en su interior tenía dos inmuebles, uno de los dueños del lugar y otro donde vivían los tíos que estaba a punto de conocer.
Una vez en el interior de la casa después de abrazos y besos pude darme cuenta que estaba delante de una de las hermanas de mi mamá que se llamaba Guillermina y que estaba casada con don Aladino Cisternas y tenían un hijo que se llamaba Antonio, Toño.
Después de un rato mi recién conocido primo Toño me dice. “Vamos Pancho a conocer un nuevo primo”.
Salimos a la calle y luego de una pequeña cuesta arriba entramos por un portón lateral a una vivienda , rodeamos una madera y entramos a una habitación en donde estaba mi tío Marco Olave Olave con su esposa Jovita Gavilán Quijada quienes estaban sentados junto a una camita en donde dormía un bebé; mi primito Enrique Olave Gavilán.
Luego de las presentaciones nos fuimos a casa, nos acostamos y al despertar al día siguiente abro el portón y salgo a la calle y sorpresa… aparezco saliendo desde el costado norte de la calle y no del costado sur como entré a mi llegada.
Luego de allí nos dirigimos a la cuesta del camarón y en uno de los cerros al lado del Cerro de la Cruz llegamos a la casa de mi tío Genaro Olave Olave quién estaba casado con mi tía Tina; de ella nunca me preocupé de saber de sus apellidos, solo sé que era parte de una familia Medina o Guzmán muy conocida en Antihuala o Temuco Chico.
Luego nos trasladamos al sector de "La Malia" en donde según mis recuerdos un poco borrosos de este viaje; había un conjunto habitacional en donde vivía el personal administrativo de Carvile (Carbonífera Victoria de Lebu) y allí vivía mi tía Candelaria Olave Olave casada con Don Rufino Méndez, no sé cuantos pero había muchos primos allí, unos grandes y otros pequeños como yo.
Con ellos caminamos hacia el poniente y llegamos al mar estando allí por un largo rato unos pescando y otros jugando. No me gustó el mar allí porque había muchas rocas.
No sé cuantos días estuvimos allí pero mi tía Mary en un momento me dice algo que quedó grabado en mi mente y nunca se me borró “cuando salgas de octavo año te voy a llevar conmigo a Santiago”.
Se acabaron los días de vacaciones y mi tía Mary regresó a Santiago, pero tan pronto como acabó el año y comenzó el nuevo ella regresó y nuevamente viajamos a Lebu, pero esta vez había algunas novedades.
Llegando a casa de mi tía Guillermina nos enteramos que mi tío Marcos ya no vivía en el mismo lugar.
Al día siguiente pasó mi tía Jovita por la casa y se encuentra con la sorpresa que estábamos allí y le dice a mi tía “¿puedo llevar a tu hijo a mi casa?”
Nos fuimos caminando por una calle larga y con muchas curvas hacia los cerros, pero había pasajes para acortar camino. Mi tía Jovita me fue indicando algunos hitos para que yo reconociera el lugar. “Esta es la carnicería, yo miro desde la casa y cuando está puesta la bandera quiere decir que hay carne” -- “Este es el negocio de “Cochayuyo” aquí vengo a comprar abarrotes y sirve de paradero, cuando usted venga de Cañete se baja aquí”
Mi tío Marcos con mi tía Jovita se había instalado en un lugar que mi Tío Genaro, o sea su hermano; le había prestado de su sitio.
Desde aquel momento ese hogar se convertiría en el mío por muchos años en Lebu.
Como a los 8 años de edad comencé a viajar solo a Lebu, para ello tomaba el micro del Sr. Quilodrán a las 7.30 en el Mercado Municipal de Cañete y me regresaba en el tren el día domingo.
¿Por qué lo hacía sí? Simplemente porque en la micro no me cobraban pasaje y el domingo por la mañana salía desde la casa de mi tío Marcos, me iba a la de mi tío Genaro y por último a la de mi tía Guillermina y en todas me daban algunos billetes y otras cosas, entonces tenía suficiente para pagar el pasaje y comprar ulte y luche que vendían en la estación de Pehuén.
Tenía como 10 años cuando estando de visita donde mi tío Marco y en una conversación con su padre, o sea mi abuelo Teófilo Olave Sáez, este le dice que tiene lo que necesita y es cosa que alguien lo vaya a buscar.
Mi tío Marcos me pasó un farol que consistía en un tarro con una vela con un vidrio por delante, abierto por detrás y un alambre para sostenerlo y nos fuimos con mi abuelo hacia el sector de Millaneco, un trayecto muy largo en aquel entonces porque Lebu terminaba en el puente, en la ruta solo estaba el cementerio y una barraca de madera me parece.
A mi regreso la oscuridad era total; solo la débil lumbre de la vela del “farol” de mi tío y que el viento me apagaba me servían para ver el camino.
Cerca del almacén de “Cochayuyo” mi tío Marcos me estaba esperando. En estos momentos no tengo idea lo que fui a buscar donde mi abuelo.
En un viaje posterior me encontré con la novedad que mis tíos Marcos y Guillermina no vivían ya en el mismo lugar pues se habían trasladado a la recién formada Población Eneas Gonel a orillas del puente.
Preguntando se llega a Roma dice el refrán, así que no demoré mucho en llegar allí. En la esquina siguiente vivía mi tía Guillermina.
Mis tío Marcos y mi tía Jovita aparte de Enrique tuvieron a Gabriel (Lel), Mercedes (Meche) y otra niña que no recuerdo su nombre.
Por el año ´70 se fueron a vivir a Lebu mi tía Rosita Fernández Olave, hermana de mi mamá; casada con mi tío Julio Peña Salamanca, quienes primeramente vivieron en el sitio de Don Eleuterio Peña, hermano de mi tío, para luego trasladarse a vivir a una población en el sector norte del puente.
Mi tía Rosita se convirtió en otra de mis madres razón por la que cuando decidí ir a estudiar a Lebu al Instituto Politécnico (hoy Liceo Industrial) esta casa escogí para instalarme.
Estos tíos tenían a su hijo Miguel quién estaba pequeñito, debe haber tenido como 3 años. Luego les nació Rodrigo.
Mi tío Julio trabajó primero en un lugar donde fabricaban ruedas de carretas hasta que logró quedar contratado como carpintero en Empresas Carvile.
Las comodidades no eran muchas pero había el cariño suficiente para sentirse plenamente a gusto en ese hogar. Mi tía Rosita enfermó una vez por un mes y yo me las arreglaba para asistir a clases, hacer las cosas de casa, atender a mi primito y en especial a ella. A un día de cumplir un mes en cama se levantó y allí estaba yo para atenderla como el hijo que me consideraba.
La última que la he visto a mi tía Rosita fue en el año 2000 en el funeral de mi mamá y lloró de alegría al ver a “su hijo” luego de mas de 20 años.
De Lebu tengo gratísimos recuerdos, me parecen de películas los días de invierno con mucho viento y lluvia cuando cruzaba el puente para llegar al Instituto. No quedan amistades de aquellos días pero si los recuerdo de un pueblo que me acogió por un tiempo como de los suyos y que permanecen en mi mente para siempre.
Mi tía Mary con el tiempo se casó y el esposo, mi tío Héctor Burgos no quiso que me llevara a Santiago.
Además por razones entendibles ya no regresó a Cañete.
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