Hermoso trabajo realizado por las y los estudiantes de la Escuela Diferencial Juan Sandoval de Lebu, quienes presentarán su cortometraje Hijos del Mar en la inauguración de CINELEBU 2025
En la inauguración de CINELEBU 2025, un cortometraje realizado por estudiantes de la Escuela Diferencial Juan Sandoval se alza como un canto íntimo al oficio del pescador y a la esperanza que habita en los rincones más sensibles de una comunidad costera.
Hay historias que no necesitan gritar para hacerse oír. Hay imágenes que, aún hechas de plasticina, tienen el peso emocional de una verdad profunda. Y hay niños, como los de la Escuela Diferencial Juan Sandoval de Lebu, que logran con sus manos lo que a veces se escapa incluso a los más experimentados: conmover. Así nace Hijos del Mar, el cortometraje en stop motion que este 22 de abril abrirá la ceremonia inaugural de CINELEBU 2025, y que, más allá de su valor artístico, se levanta como un acto de dignidad, alegría y belleza compartida.
Durante cuatro días de abril —que en la memoria de quienes participaron ya adquieren la textura de lo inolvidable— quince estudiantes, acompañados por sus profesoras y asistentes de aula, exploraron el mundo de la animación cuadro a cuadro. No sabían que estaban a punto de descubrir una nueva forma de hablar de sí mismos, de su gente, de su mar.
“Ha sido como abrirles una puerta a un mundo completamente nuevo”, cuenta la profesora Vannesa Navarrete Rojas, docente de aula del curso combinado 5°-6°. Su voz se entrecorta de entusiasmo cuando describe el proceso: cómo los niños crearon los personajes con plasticina, cómo se apropiaron de la cámara, cómo
comprendieron —a través del juego y la dedicación— que una película es más que lo que se ve en pantalla: es trabajo, es historia, es mirada.
La historia que eligieron contar es íntimamente suya. Hijos del Mar retrata la vida del pescador que se interna en la inmensidad del océano y el silencio que queda en tierra: una espera tejida con fe, rezos, amuletos y esperanza. Pero también hay un giro poético, un destello fantástico, como si la propia imaginación de los niños hubiese querido regalarle a esa historia cotidiana un poco de magia.
“Lo han hecho todo con sus manos”, insiste Vannesa, con un orgullo que desborda cada palabra. “Han demostrado habilidades impresionantes. Son trabajos bien terminados, llenos de detalles, de cuidado, de cariño. Y lo han hecho ellos, con sus propias manitos”.
En el taller, dirigido con ternura y paciencia por la profesora Pamela Barrios, no sólo aflora la creatividad de los estudiantes, sino también una profunda alegría. “Se nos pasa el día volando”, confiesa la docente. “Los niños están felices, algunos ansiosos. Hemos visto cómo se involucran, cómo preguntan, cómo quieren aprender más”. Y añade con una sonrisa: “Cuando les contamos que iban a pasar por una alfombra roja, que los iban a presentar en el festival, no lo podían creer”.
Para Claudia Pino, directora de CINELEBU, este tipo de iniciativas son más que un gesto inclusivo: son un recordatorio del poder transformador del arte. “Fue emocionante ver cómo los niños hablan espontáneamente de los pescadores, de sus familias, de su entorno. Hicieron un trabajo maravilloso, lleno de entusiasmo y compromiso”, señaló.
En un rincón del país donde el mar es parte del aliento cotidiano, donde la pesca no es sólo oficio sino también identidad, este cortometraje no es simplemente una actividad escolar: es una declaración de pertenencia. Es una carta de amor a Lebu, escrita con figuritas de plasticina y planos detenidos, donde cada escena guarda la inocencia, la fuerza y la ternura de quienes la crearon.
Hijos del Mar no se proyecta solamente en la pantalla. Se proyecta en la mirada orgullosa de sus profesoras, en el corazón de sus familias, en el pulso de una comunidad que, gracias al cine, se ve y se reconoce. Porque en esa plaza de armas donde se inaugurará CINELEBU, no sólo se estrenará una película: se celebrará una manera distinta de contar el mundo. Y ese mundo, aunque pequeño, cabe entero en las manos de un niño.
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