'La empatía de los políticos no es creíble, viven entre algodones, protegidos, con sus vidas solucionadas por siglos, siempre huelen rico, tienen riquezas pero no virtudes', es una de las varias reflexiones que Raúl Donoso nos entrega en esta columna.
He dedicado varios años de mi vida al servicio público, como profesional en planificación, en diseño, en ejecución de políticas públicas, nunca desde la élite política. Pero de vez en cuando echo una mirada a este universo paralelo, tan diferente al ciudadano común, a la base de la cúpula social (o a la “Chusma Inconsciente” como diría don Arturo Alessandri).
La clase política usa en su subconsciente el refrán “a río revuelto ganancia de pescadores”, pero estos pescadores, la gran mayoría mercenarios, deben buscar un relato, ojalá único y propio para lanzar su red.
Buscando algunas ideas refulgentes para un neonato político, di con el bueno de Serrat, quién espetó “declarar públicamente el empeño en propiciar un diálogo de franca distensión; que permita hallar un marco previo ….. etc …. donde edificar un hermoso futuro de amor y paz”, un poco largo, pero si no convence al menos confunde (principio usado por no pocos)
Me acordé también de aquella genial frase del Cuarteto de Nos “ya tiré piedras y escupitajos al lugar donde ahora trabajo”, que aunque un imberbe nunca lo haya hecho, una mentirilla blanca que detonaría enojo de muchos para alcanzar su “noble fin”, estaría más que justificada. También podría perifonear aquella taza de té con pan duro donde doña Juanita, pero por si se descompusiera por usar su nombre, no habría que pedirle permiso para mencionarla, total una pequeña omisión justificaría tan digno objetivo, y el político se vería como alguien cercano, sensible.
Personalmente me sentiría miserable con esta colección de trucos para un relato propio, pero no sería el primero en cambiar de preferencias, ya se lo dijeron al rey Clodoveo en su bautismo el año 496, “Dobla la cerviz fiero Sicambro, adora lo que has quemado y quema lo que has adorado”; claro igual tuvo que matar a unos cuantos, pero “por razones de Estado”, se entiende. ¿Quién no se ha dado vuelta la chaqueta según la dirección de los vientos?, después se puede quitar la polución de la túnica usando la manida y solemne expresión “mi pueblo no tiene memoria”
El arquetipo.
Para el mundo cristiano, una de las virtudes de Dios es la Omnisciencia. Él nos comprende no sólo por ser Dios, sino por experiencia empírica. Nuestro Señor Jesucristo “no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse” (Filipenses 2:6). Por eso dice el libro de Hebreos que “no tenemos alguien que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza”. Un creyente compasivo puede parecerse al político o al agitador social, pero por otra motivación, en anonimato, no imposta cólera ni impone, porque cree en la ley del amor.
Si con su omnisciencia divina, Dios mismo estimó la necesidad de venir a vivir las miserias humanas para comprendernos a cabalidad y condolerse, un humano que no deja su orgullo y lo encandila su hacienda, no me da confianza.
“To be or not to be”
Sir Ernest Shacketon fue un aventurero inglés que intentó en 1914 llegar al centro del polo sur. Su buque “Endurance” (que significa aguante o resistencia en castellano), no resistió los hielos, quedó atrapado y finalmente su hundió. Fue encontrado recién en 2022.
Shackleton tuvo plena consciencia de la situación desesperada en que se encontraba cuando quedó atrapado. Ahora debía preocuparse por su vida y la de su tripulación. Para demostrar y convencer de cuán crucial era la situación, hizo algunas cosas extremas, cito textual: “dejó en la nieve todas sus pertenencias: un reloj de oro, cincuenta soberanos de oro, todos sus libros y una Biblia, regalo de la Reina Alejandra, después de haber arrancado de ella la dedicatoria real y algunas hojas correspondientes al libro de Job. Todos le siguieron” (Puede googlear). Su gesto dio resultado, era genuino, convincente, le creyeron todos, se salvaron todos, él y otras 28 personas. Cuando un hombre se desprende auténticamente, es creíble. No es el caso de nuestra casta política
Catarsis
Es que la empatía de los políticos no es creíble, viven entre algodones, protegidos, con sus vidas solucionadas por siglos, siempre huelen rico, tienen riquezas pero no virtudes. No creen que la pobreza con la dignidad se llevan bien, que los pobres pueden ser más felices que ellos, son orgullosos, sensibleros, filudos, su máxima contemporarización consiste en fotografiarse con el “proleta”. No renuncian a su cetro, se aferran a su oropel, no conciben bajar de su pedestal, no saben o no comprenden lo que es el hambre o la enfermedad por carencia, o las dimensiones de la vulnerabilidad, o de la bondad, o del desprendimiento.
No pueden comprender, son humanos. Recuerdo a una política decir que su dieta era correcta porque correspondía a una equiparación con su ingreso alternativo y a un político decir que sus costos de campaña eran una “inversión” (ambos chilenos).
En realidad no tienen culpa, “Si el norte fuera el sur, sería la misma porquería” como dice Arjona; o sea no son de acá solo porque son de allá. Por eso no les creo, no son falsos, su cinismo es auténtico, son como son, viven otra realidad, no son la Madre Teresa, ni Mandela, no pueden serlo ni lo serán; pero se lo creen y nosotros les creemos.
Un político vano no puede comprender la vida de un pobre ni de un clase media ni de un burgués de pasillo, y si perteneció al Pueblo, generalmente “la vaca se olvida que ha sido ternera” (como dicen en el campo). Como no pueden vestirse con la misma piel, no entienden cómo solucionar los problemas sociales, tampoco les interesa, más bien pareciera que el martillo de su consciencia y el estrado de su orgullo los impele al remedo de ayudar. Hemos estado en manos de su omnipotencia a través de toda la historia y seguimos carentes; de yapa nos venden la idea de que vivimos en estado “indigno”. Mientras no se despojen de su modus vivendi seguirán sin cable a tierra.
Como la misantropía nos igualaría con la casta descrita, hay que reconocer que al interior de esta sí hay gente buena y entregada a una causa noble.
En fin, Usted vea…...