En política, a veces los procesos dicen más que los resultados. Y eso es exactamente lo que ocurre con la primaria de la izquierda chilena que se celebra en este 2025. Un evento que, más allá de definir un nombre en la papeleta presidencial, intenta ordenar un sector que desde hace años convive con tensiones internas, fracturas ideológicas y pugnas generacionales.
Una izquierda en busca de identidad
Lo primero que salta a la vista es que la primaria no solo busca elegir un candidato o candidata presidencial, sino que más bien pretende redefinir el relato de una izquierda fragmentada, en constante lucha entre el legado de la ex Concertación, el progresismo más moderado del Frente Amplio y la impronta más dura del Partido Comunista.
En ese escenario, figuras como Jeannette Jara y Jaime Mulet representan polos distintos de ese espectro: la primera, con un discurso técnico, bacheletista, más moderado, que busca reposicionar al socialismo democrático dentro del corazón del electorado; el segundo, un ex concertacionista que ahora reniega de su pasado para abrazar las banderas del regionalismo y la descentralización, pero cuya ambigüedad ideológica no convence ni a propios ni a extraños.
Pero más allá de los nombres, la primaria se transforma en un referéndum interno sobre el liderazgo de Gabriel Boric. El mandatario aún en ejercicio —pese a estar fuera de la papeleta— observa con atención este proceso, pues los resultados serán leídos como un plebiscito simbólico sobre su gestión. Una eventual victoria de un candidato crítico a su gobierno evidenciaría un desmarque dentro de la propia coalición, mientras que un triunfo de una figura que se presenta como continuidad implicaría un intento de consolidar una segunda administración con la misma hoja de ruta.
El silencio atento de la derecha
Mientras tanto, en la otra vereda del espectro político, la derecha observa en silencio, pero con aguda atención. La primaria de la izquierda, aunque ajena a su orgánica, marca los contornos del adversario electoral para noviembre y, por ende, delimita la estrategia comunicacional y programática que Chile Vamos (y el mundo empresarial que orbita en torno a él) deberá adoptar
Para candidatos como Evelyn Matthei —quien ha bajado el tono en las últimas semanas por supuestos problemas de salud, aunque fuentes internas apuntan a la baja sostenida en encuestas—, el resultado de la primaria define el tono de la campaña que se aproxima. Si gana un candidato con discurso refundacional, la derecha se parapetará tras una narrativa de orden, estabilidad y crecimiento. Si en cambio triunfa una figura más moderada, la campaña derechista deberá afinar su mensaje y diferenciarse por matices más ideológicos que de gestión.
Asimismo, emergen nombres desde la trinchera económica y técnica, como Juan Sutil o el ex canciller Alfredo Moreno, quienes representan una derecha más pragmática, menos combativa, pero con fuerte respaldo empresarial. Para ellos, el escenario que configure la izquierda será clave para decidir si entran o no a la carrera presidencial como opciones de "unidad" o como alternativas externas al mundo político tradicional.
¿Qué se resuelve, entonces?
En lo formal, la primaria de la izquierda elige un nombre que encabezará la candidatura presidencial de una coalición desgastada y desunida. Pero en lo sustantivo, lo que se resuelve es mucho más profundo:
- ¿Quién liderará el relato político del progresismo chileno post-Boric?
- ¿Cuánto poder real tendrá el Partido Comunista en una nueva coalición?
- ¿Qué izquierda enfrentará a la derecha en 2025: una reformista, una rupturista o una ambigua?
- ¿Se podrá recomponer la relación con el socialismo democrático tradicional?
Y del otro lado, la derecha, con sus propias incertidumbres, afina lápiz y estrategia, esperando que el desenlace de esta primaria defina también el adversario a vencer... o el camino a seguir.
Porque en política, como en el ajedrez, a veces una jugada del oponente es más reveladora que el propio movimiento.
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