Años que Raúl no escribía para nosotros, lo hace a raíz de un emplazamiento que recibe, donde se descalificaba a Gabriel Boric por la violencia que sufre hoy en Tirúa y su no titulación; quizás parte de la 'Fiebre de Titulitis que sufre Chile', como lo dijo alguna vez Fernando Flores.
Escribe Raúl Ignacio Valenzuela:
Este texto es una respuesta a una pregunta que me hicieron en el perfil de Facebook de mi buen amigo José Manuel Rebolledo. Bueno, pregunta con aire de descalificación a Gabriel Boric. Como se dio en esa red social es una respuesta que tenía el carácter de más o menos privada. No me interesa convencer de votar por Gabriel. Por supuesto soy una persona que se autopercibe de izquierdas (así, en plural, como dicen los Españoles) o por ahí (entre las miles de otras cosas que pienso de mi mismo).
Si bien hace más de 10 años que no participo de la política partidaria. Después de ese tiempo a la fecha he mantenido una estricta independencia partidaria. Y deseo seguir así. Por eso no esperen que diga por quien votar. Hace una década prefería con-vencer. Ahora me gusta, y disfruto muchísimo más, conversar como forma de pensar en voz alta y de manera colectiva (y de vez en cuando atizar a queridos y pacientes amigos como José Manuel).
Alejandro Fica, que sostiene este espacio perseverantemente, me advierte que debo actualizar mí currículo. Hace diez años tenía pendiente mi tesis de maestría en Ciencias Sociales de la Universidad Arcis. Jamás la terminé. Ahora tengo una maestría en Derecho Penal Constitucional (algo así como garantías constitucionales en materia penal) de la Universidad de Jaén (España), estudio actualmente una maestría en Estudios Culturales Latinoamericanos en la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). Estudié Derecho en la Universidad de Chile. Poseo, además, estudios de literatura y estética. No se me dan las operaciones matemáticas básicas. Leo y escribo, aunque soy disléxico.
Este posteo está dividido en dos partes. Primero doy una opinión muy personal respecto del examen de grado de derecho en la Universidad de Chile y luego esbozo alguna opinión sobre la violencia. No olvidar que se trata de un comentario de Facebook y cuyo único objetivo es, repito e insisto, conversar. En ese punto recomiendo dos lecturas que me han resultado de útiles: “Escribir la Violencia” (varias autoras, editorial Metales Pesados) y “Topología de la Violencia” (Byung-Chul Han, en español, editorial Herder).
Aquí el texto:
(que responde al comentario: "… votar por boric, para q siga la fiesta de los incendios, te parece poco 66 casa en Quidico, sin contar las escuelas y los caminos? No es bueno tener un presidente q no se la puede ni para sacar una carrera...")
En general no contesto estas cosas. Pero de buen ánimo lo haré (ponga en su cabeza de lectura, voz de una buena, alegre, y sobre todo, amable charla). Porque parece que usted y yo (y nuestro amigo en común) somos habitantes, más o menos permanentes, de la Provincia de Arauco. Pero sobre todo por lo que usted señala al final.
Yo estudié en la misma Escuela que Gabriel, la gloriosa escuela de Derecho de la Universidad de Chile (perdóneme ese chovinismo estudiantil, pero me siento muy orgullosos de aquello). Como usted sabe, Boric no dió el grado o no lo aprobó (no sé cuál de las dos). Si no lo ha dado, tendría mi admiración. No existe otro examen más inútil, antipedagógico e irracional que el grado en Derecho. Es una expresión (muy de la abogacía, lamentablemente) de abuso de poder. Absurdamente patriarcal. Así que, si Gabirel tuvo la libertad para decidir si hacerlo o no, y superar la presiones que existen para darlo, tendría mi admiración. A diferencia de otras carreras (como los médicos, por ejemplo, aunque creo que es en todas) en que la obtención de la licenciatura es parte de la formación profesional universitaria, el “grado”, junto a la “memoria”, en derecho finaliza nuestro ciclo de formación universitaria, pero no nos da el título profesional. Título profesional que por lo demás, sólo nos posibilita ejercer ante los Tribunales, y no agrega nada más. Ahora, si lo reprobó, además tendría mi cariño. Vivir esa experiencia humillante y no superarla, agrega sabiduría. La sabiduría del fracaso, que, en la formación académica del Derecho en nuestro país, sólo lo da reprobar ese examen.
Yo sí lo aprobé. Por eso puedo decir esto.
Y respecto de las 66 casas de Tirúa. Bueno, decir primero lo obvio. Boric no era gobierno cuando ocurrió aquello.
La violencia es un tema que nos toca a todos los que vivimos, tenemos familia, amigos y amigas allí. Hace unos meses un buen amigo recibió 36 perdigones. Un primo de mi señora fue “retenido” en una amable plantación de eucaliptus y así. Todo esto, pese a comando jungla, y otras ideas.
Esto mucho de nosotros ya lo habíamos advertido. La violencia a la que eran sometidas las comunidades mapuche, sólo se extendería a las comunidades no mapuche de la Provincia, si se optaba por llenar de tanquetas, armas y carabineros a lo GI Joe. Pero usted ve, el patriarcado de nuevo. Someter a otros por la violencia jamás es buena idea. Tanto que hablaban de Colombia y ninguno miró a la pobre Colombia en que esta política fue un fracaso y permitió que la violencia se institucionalizara. La violencia corrompe.
En vez de dotar de recursos a los organismos de investigación con que cuenta el Ministerio Público, se prefirió aumentar la capacidad de fuego de Carabineros y ahora, incluir a las F.F.A.A. La violencia no es un fenómeno nuevo en Americalatina y el mundo. Y todos los estudios que existen al respecto señalan que ese es un camino errado. Lo único que posibilita esa opción son mayores grados de impunidad (porque no se entregan herramientas para investigar) y mayor corrupción (porque a mayor opción de ejercer violencia, mayor posibilidad de abuso de poder).
Tampoco genera mayores condiciones de seguridad. No es una idea muy genial decir que, con más policía, mayor posibilidad de encontrarnos con uno en busca de protección. Pero eso sólo genera una falsa sensación de seguridad, primero porque apunta a un ideal imposible (1 policía por persona) y porque en un punto se revierte la sensación, a la de cierto control totalitario. No sólo necesitamos más policía, necesitamos mejores policías, con sueldos decentes y herramientas adecuadas para un sistema democrático. No lo que tenemos ahora, que significa tan solo exponer a jóvenes (adolescentes prácticamente) al poder que la da el uso de un arma, sin formación ni contención adecuada.
La formación policial y la distribución de sus funcionarios también son una expresión de las desigualdades sociales sobre las cuales hemos construido nuestro país.
Y esto que digo de la Provincia, lo digo para todos los territorios que padecen estos grados de exclusión. Acá será robo de madera, en otro lado será tráfico de droga.
La única forma de enfrentar la violencia (no existe otra vía) es fortalecer los lazos comunitarios. Por eso para las comunidades indígenas la lucha por la identidad cultural es tan importante, y uno debería aprender de ellas, porque la cultura llena de sentido esos lazos. No son una cuestión que uno valore por lo bonito que es (por muy hermosa que sea), sino porque entrelaza los afectos, como el tejido de un telar, dándole significado y colmando de sentido esas hebras.
Y eso requiere una cuestión previa. Reconocer las diferencias de las hebras y el aporte que esas singularidades dan al tejido. Una política de la amistad.
Para el nazismo (Carl Schmitt, el jurista de Hitler, así lo proponía) la comunidad política, se formaba en la medida que tenía un enemigo. Pero tener enemigos no sirve para conocer al otro, ni para conocernos a nosotros mismos. Es agruparse en la negación. Por eso, la guerra les es necesaria. Sin guerra no hay existencia.
En la amistad, en cambio, uno debe reconocerse asimismo como un otro de un otro. Apreciar aquello que nos hace diferentes y lo que hace diferente a los demás. Eso hace posible la aceptación del distinto, no como tolerancia, sino como acogida que nos permite enriquecernos mutuamente y tomar conciencia que, además, nos necesitamos. Como el ecosistema que forma un árbol.
Un gobierno podrá hacerlo bien o mal y eso puede ser más o menos relevante. Pero para construir un país, una comunidad de la amistad, no se necesitan zanjas. Se necesitan puentes para encontrarnos y reconocernos.
Al menos, eso pienso yo.
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