Héctor Jara, nuestro colaborador hijo de Madre cañetina y Padre lebulense, saluda a su progenitor en su día haciendo recuerdo de hace más de 50 años.
Curiosamente, entre cientos y otros tantos escritos, nunca escribí de ti, un defecto heredado de tu personalidad… Efectivamente, mi padre, Miguel Segundo Jara Vigueras, Lebulense acérrimo, privilegiaba su emocionalidad con su causa social, el radicalismo.
Probablemente te sorprendería, a mis 54 años, conocer recuerdos guardados en mi memoria desde mis 5 años, que nada o poco tienen que ver con arrumacos o sentimientos caseros… Uno de ellos; acompañándote a la olla común de la huelga del magisterio en tiempos de Frei, colaborando con las viandas, u obligándome a bailar cueca con traje de huaso con una bella compañerita de kínder (Pepita), lo que para entonces representaba un suplicio; O acompañándote a las tediosas reuniones de SOCONDA, una cooperativa que presidías, de donde nació mi aversión al humo del tabaco y mi interés por el cooperativismo, o cuando para mi graduación en el Municipal, privilegiabas tu trabajo gremial y político en un segundo piso del edificio de enfrente…
Sin embargo, sin ser de amor de manos, nunca llegué a dudar del amor por tus hijos, sin distinciones, no obstante, que mi hermana siempre quiso ser la “preferida”.
Esa actitud marcó mi vida, mi madre solía decir que eras capaz de descrestarte por tus amigos y correligionarios, sin recibir nada a cambio. Incluso, tu persecución política en tiempos de dictadura, que llegó a ser nombrada como ejemplo en la OEA, te llevó a pedir reciprocidad, a pesar de los apremios económicos que llegó a tener tu familia… ¿dónde estaban tus amigos y correligionarios entonces?, eso no importaba para ti…
Ese hijo humilde de un Lebu pintado de carbón, había tenido el privilegio de llegar a la masonería, donde aprendiste a dar todo por el prójimo, sin esperar recompensa alguna. ¿Injusticias de la vida? Quizás, pero la inequidad no provenía de ti, sino de aquellos, que siendo tus compañeros de lucha te olvidaban en afanes acomodaticios llegada la nueva democracia.
Mi querido Padre, esa es mi escuela, la de hombres de ideales que son capaces de formar su propia escala valórica y obrar en consecuencia. Salí político como tú, y traigo en mis genes ese amor a la democracia, que me hace sentir inconsecuente cuando no entrego todo lo que tengo…Me enseñaste a servir al prójimo y no a servirme de él.
Pero hoy, cuando a veces piensas que prescindo de esas enseñanzas, te equivocas, estoy marcado por tu existencia…Si no te llamo por un consejo, no es por falta de cariño o admiración, sencillamente no he podido superar la transmisión de los afectos, pero en un día como hoy, sigues representando en mi vida el escarpe de la montaña, el ejemplo a imitar; dando amor a mi familia, madre, cónyuge, hermanos, a mis hijas, sobrinas y sobrinos, nieta y sobrino nieto…porque con cada uno de ellos, seguimos aprehendiendo algo de ti…
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