Rescatamos de un artículo de ROCKAXIS las impresiones de Emiliano acerca del histórico concierto que se inspiró y gestó gracias al trabajo de este periodista cañetino.
Por Cristofer Rodríguez Quiroz / www.rockaxis.com
El sábado 29 de junio de 2013, 14 bandas de la generación del pop y rock chileno de los ’80 se congregaron un solo cartel histórico para brindar un espectáculo de más de siete horas de duración. Varias activas y en excelente estado creativo y de producción, otras, reunidas especialmente para la oportunidad. Muchos eran los ganchos: Luego de la caída del fenómeno del boom de los 80, nunca más una cantidad tan grades de bandas de rock de la época se juntaban sobre un solo eje temático y estético; la prensa y la producción saldarían una deuda con una generación que, si bien consiguió fama y éxito en su momento, desarrolló su arte de manera más artesanal, dado por las condiciones de la entonces precaria industria chilena (sin contar el contexto dictatorial, que complicaba aún más las cosas); Estos proyectos, en general, se presentarían con sus formación originales, dando la oportunidad a un reencuentro artísticamente ambicioso, históricamente relevante y, por sobre todo, emocionante.
Un año antes, el periodista Emiliano Aguayo (autor de “Maldito Sudaca: Conversaciones con Jorge González. La voz de los ‘80”) había publicado su segundo libro dedicado a la música popular chilena, el (hoy) imprescindible “Las voces de los ’80: Conversaciones con los protagonistas del fenómeno pop-rock”. Un estudio completo a la generación de músicos que protagonizaron el famoso boom, muchas veces revisitado en la prensa, pero pocas veces con la profundidad y seriedad que merecía. Upa!, Aparato Raro y Viena, entre otros, sumaban páginas con relatos, confesiones, anécdotas y análisis de lo que significó el movimiento en la historia musical chilena, robusteciendo, de paso, una interesante hipótesis del autor: el fenómeno había sido, además de un hit comercial y expresión cultural, un movimiento universitario, cuajado en las aulas de, por ejemplo, el Conservatorio de la Universidad de Chile.
Entre el libro y el concierto pasaron aproximadamente un año. Muchos libros de música popular han logrado extender su influencia más allá de sus páginas y provocar efectos colaterales virtuosas, como reunificación de bandas y reedición de discos, pero ninguno un festival de esta envergadura, con un Movistar Arena repleto y prácticamente todo el movimiento musical en el escenario 25 años después.
Un concierto que se inscribió bajo el rótulo de “Cumbre del Rock Chileno”, que ya contaba con tres exitosas versiones (2007, 2009 y 2012) y que contó con 14 proyectos, donde solo uno no perteneció a la generación citada en el manuscrito original (el grupo del Capitán Memo, invitado por la producción). Horas intensas que debieron terminar justo a las 12 de la noche para entregar el Movistar, debido a las elecciones de las Primarias presidenciales de la Nueva Mayoría, con un valor de entrada como las que hoy se extrañan (precios entre 13 mil y 35 mil pesos) y la posibilidad de adquirir el libro vía ticketera. Todo muy inusual.
Conversamos con tres de sus protagonistas sobre esa gélida noche del 2013, cuando las voces de los ’80 hicieron temblar las murallas de Santiago con fuerza. Emiliano Aguayo (autor del libro y creador de la idea del concierto), Soli Arbulú (del grupo Nadie) e Igor Rodríguez (de Aparato Raro).
- ¿Cómo surge la idea de hacer un concierto como este?
- Emiliano Aguayo: Primero está el libro. Un libro que comencé a escribir el 2008. Ahí empecé a molestar a todos estos músicos, que nadie me conocía. El libro salió el 2012. En esos cuatro años yo no me di cuenta que había muy buena onda entre los músicos. Siempre me querían acompañar para los lanzamientos, tenían una buena disposición. Apareció el libro, genera cierta expectativa, muchos empiezan a preguntar sobre las bandas. Mientras yo estaba haciendo el libro me imaginé dos cosas. Una película. Me imaginaba la facultad de artes de la Chile, a Igor Rodríguez, Jorge González, Robert Rodríguez, Luciano Rojas, Andrés Bobe, Pablo Ugarte. Estaban todos ahí entre el ‘83 y ‘84. Siendo yo muy conectado a la época, eso no lo había leído en ninguna parte. Me junté con un amigo cineasta, tuvimos algunas reuniones, pero quedó ahí porque hacer cine es caro. Lo del concierto también me lo maginé, un Estadio Nacional lleno con Aparato Raro, Jorge González, Nadie, la Banda Metro que nunca vi en vivo. Era el sueño del pibe. Se me ocurre llamar a Juan Andrés Ossandón que tenía experiencia en conciertos y conocía a muchos de los músicos y le conté la idea. Pescó ene la idea, me llamó en una semana y me dice “¿Te tinca el movistar?” Esa es la génesis.
- Además de la idea original ¿Cuál fue tu rol en la producción? Imagino que era algo muy novedoso para ti.
- Emiliano Aguayo: Asesoría de prensa. Fue contactar a músicos, convencer a Jorge González, por ejemplo, que era difícil. Sonó Narea y Tapia para el concierto, pero me parecía raro que estuvieran ellos, porque ni siquiera Narea quiso salir en el libro. Además, si estaba Jorge, ¿qué iban a tocar ellos? Ese fue mi rol, más que comercial o de gestión. Mi participación fue ser el ideólogo, contarle esta idea a un productor como Juan Andrés Ossandón, que creyera en ella. Luego que lo hizo y todo comenzó, mi tarea fue apoyo en gestión de prensa, que no la hacía yo, pero que daba los lineamientos como experto en el tema, en los grupos, en lo que pudiera interesar a los medios. Luego, tratar que los libros se vendieran junto con la entrada, que fue algo que pasó y que, quizás, es único en la historia de un concierto en Chile, a través de ticketera. Te cuento esto, porque mi parte no fue de productor, esa tarea se la llevó alguien que sabe. Entonces, nunca me vi enfrentado a algo complicado. Siento que desde mi interés de cumplir ese deseo luego del libro, se dio demasiado rápido y soñado. No fui a 3 productores antes que no creyeran en la idea, por ejemplo, sino que al primero que se la presenté, me dijo de inmediato que sí.
- Soli, tú estabas en España. Debió ser difícil rearmar nadie y venir a un concierto a Chile ¿Recuerdas cómo te contactaron?
- Soli Arbulú: Fue a través de mi hermano (Francisco). Él me llamó a mí, me dijo que le habían contactado, supongo que Ossandón. No era la primera vez que nos contactaban para hacer algo en Chile y siempre habíamos dicho que no porque o nos venía mal o no podíamos. Esta vez Shía no podía, pero yo sí podía, aunque tenía niños pequeños y trabajo y todo, sí que veía que podía organizarme para ir pocos días a hacerlo. Sobre todo yo sabía que a mi hermano le hacía muchísima ilusión y yo, si te digo la verdad, lo hice más por él que por otra cosa. Fue así.
- Soli, Igor, ¿imaginaron que casi 30 años después un libro con su historia iba a generar tantas expectativas por volverlos a ver tocando en vivo?
- Igor Rodríguez: Nostalgia no más. Qué más. A mi me pasó que en los ‘90 la prensa basureaba los ‘80. Vi pasar el tiempo, me volví viejo viendo como nos empezamos a transformar como en la “Nueva ola”. La gente quiere acordarse de cuando eran muy jóvenes, los medios lo retomaron y se hizo el show. Yo lo hubiera dejado hasta ahí. Fue el mercado. Cuando coincide la oferta con la demanda no puede ser más que un éxito.
- SA: Pues mira, yo esto lo estoy viendo mucho también aquí en España con la música de los ‘80 y ¿Qué pasa? Que tú escuchas las canciones que escuchabas con 20 años, con 15 años y vuelves a ese momento. Es como cuando vas a un sitio en el que estuviste cuando estabas de luna de miel o algo, te trae un momento de tu vida y yo creo que es eso, hay un punto de nostalgia, te sientes joven, las escuchas de nuevo. También había mucho de esa energía cuando nos reencontramos todos los músicos, de golpe te sientes joven. Yo en ese momento tenía cuarenta y tantos años, yo tengo cinco niños, ya tienes tu vida hecha. Para mí por lo menos es una cosa del pasado y de golpe te ves ahí como si tuvieras otra vez 16 años con todos estos amigos de la juventud. Yo me acuerdo que la sensación con todos ellos era como que me trataban como la niña chica. Y claro, yo ya hace mucho que no soy una niña chica. Y entonces esa sensación yo creo que es lo mismo que le pasa a todo el mundo cuando escucha la música, en nuestro caso de los ’80, pero es un fenómeno que es universal.
- También es cierto que a al concierto fue mucha gente joven.
-Emiliano Aguayo: Si, harta gente joven. Yo hago clases a gente que estudia carreras artisticas y tienen a muchos de estos grupos en sus playlists. La Radio Uno en su momento hizo una gran pega en ese sentido. Hay muchas canciones de Aparato Raro que todavía están en los playlists de mucha gente. Electrodomésticos acaba de tocar en el Teatro Municipal de Valparaíso. Yo me sentía parte de esa felicidad de esa gente. Tuve nervios antes, por ejemplo, yo quería mucho que estuviera Banda 69 y no se pudo porque Robert estaba en Francia.
- Ambos hace muchos años que no tocaban frente a tanta gente ¿Cómo fue volver a tocar en esa condición de estrellas de rock?
- IG: Nosotros con Aparato Raro tuvimos la suerte de siempre estar conectado con gente buena, nunca penca. Fonseca fue nuestro manager, qué mejor. Nuestro único problema es que estaban Los Prisioneros en la misma productora (risas). Siempre tocamos con mucha gente, en estadios en las regiones de Chile. Nosotros duramos dos años, vivimos toda la época del boom, no nos pasó lo de otros colegas que vivieron tiempos duros, tocando en espacios chicos, en el pub de Puerto Montt. Fuimos un caso particular. Volvimos a lo que ya hacíamos en los ‘80, pero con buen sonido, con buena prensa, sin dictador.
- SA: Pues mira, yo no me acordaba de las canciones para nada. Así que mi hermano alquiló un espacio para ensayo. Él vive en Madrid y yo vivo en Málaga, que está como a 500 kilómetros. Entonces él se venía aquí a Málaga y primero grabó unas pistas y tal para que pudiéramos ir ensayando cada uno por su cuenta. Yo me bajé las letras de internet porque no me acordaba. Y bueno, elegimos las canciones obviamente primero y después ensayamos cada uno por su cuenta. También Chuma se puso a ensayar por su cuenta y luego claro, nos faltaba banda porque mi hermana no iba, entonces no había teclados y el pelado Morton, que vive en Estados Unidos, tampoco podía venir. Entonces bueno, ahí surgió que Igor podía tocar. Contactamos también con Coti Aboitiz, que también dijo que encantado, que él nos hacía los teclados y también nos ayudó un poco pues a preparar todas las bases y a preparar el material. Nos pusimos a ensayar y la verdad que fue divertido volverlas a cantar, acordarme y a recuperar un poquito también, no sé, el hacer esto, el cantar ¿No? que llevaba yo un siglo sin hacerlo.
- Debió ser muy emocionante, pero también muy difícil.
- SA: Si, fue muy difícil volver a tocar con la banda. A ver, claro, una banda diferente, porque no estaba ni mi hermana, ni estaba el pelado, estaba Igor aprendiéndose las canciones y Coti, que bueno, que nos ayudó un montón, porque preparó un montón de pistas. Yo recuerdo el día que llegamos a la sala de ensayo recuerdo el olor del de la batería, de los instrumentos, de ese ambiente así de sala de ensayo, me trajo muchísimos recuerdos, fue una sensación muy bonita y luego verlos a todos. Yo llegué más tarde porque ellos empezaron a ensayar sin mí unos días. Cuando me incorporé y se sumó mi voz femenina pues ya todos decían ¡Que hombre que ya sonaba el grupo Nadie! Yo creo que tenía más nervios el primer día de ensayo con la banda que el casi el día del festival. Cuando les vi que estaban todos ahí encantados, pues ya está.
- Y tú, Emiliano, desde abajo del escenario ¿Estuviste nervioso en algún momento?
- Emiliano Aguayo: Si, por supuesto. Pero más que nervioso, emocionado. Realmente es el sueño del pibe. Yo hice este libro porque me gustan todas estas bandas y les tengo cariño porque son la banda sonora de mi infancia y mi adolescencia. Upa! hace rato que no se juntaban todos los originales en una sola tocata.
- ¿Sientes un relato paralelo y similar entre el concierto de Las voces de los 80 y el Estadio Nacional de Los Prisioneros el año 2001, en el sentido que ambas fueron oportunidades para que el público vea a los grupos ochenteros, al fin, con buena calidad, promoción y profesionalismo (algo esquivo para ellos en los 80, debido a razones políticas y de una industria precaria aun)?
- Emiliano Aguayo: Absolutamente. Claro, no es la misma cantidad de personas, pero lo dices muy bien, con muy buena producción, esa que no podían tener en los ‘80. Y no solo el concierto, sino que el trato de la prensa con ellos era de música otra vez, no de jugar a preguntarle “¿Qué hacen hoy los músicos de ayer?”, sino hablando del concierto. Eso me gustó, que se volviera a hablar de música con ellos, de cómo se preparaban, de si tenían una canción nueva que mostrar, ya no era sólo nostalgia, era presente y futuro. Y lo otro, estuvieron, por supuesto, las canciones de Jorge González esa noche.
- ¿Cómo fue volver a ver a los colegas músicos? ¿Cómo era el ambiente en el camarín?
- IG: Los argentinos eran todos como amigos en los ‘80. Nosotros no. Estaban todos peleados, como que competíamos, una hueá muy estúpida. Pero bueno, éramos chicos. Encontrarse con la gente, con los miembros originales, fue muy impresionante. Nos veíamos y nos abrazábamos con gente tan lejana como Pancho Puelma, gente que te daba como miedo acercarse, pero el hueón llegaba y era buena onda. De hecho, a Jorge yo no lo veía caleta de años y me acordé de la época de la U. Fue un encuentro más humano que profesional para mí. De las cosas que más me gustaron de la cita.
- SA: Pues la verdad que fue curioso porque la gente que has conocido de joven siempre como que tienes un montón de anécdotas y recuerdos y hay como una confianza muy rápida, muy inmediata. No te voy a decir que no fue como si no hubiera pasado nada de tiempo, pero sí que hay una conexión importante y fue fácil reconectar, fue muy divertido, muy entrañable, muy bonito.
- ¿Cuál fue el grupo que más les sorprendió ese día?
- SA: Pues sorprenderme no me sorprendió ninguno, porque fue muy bonito verlos a todos, me gustó mucho oír que sonaran bien, me encantó el reencuentro con viejos amigos, con la gente de Bandhada, con Aparatos Raro, me encantó oírles, me encantó verles, me encantó estar con ellos, fue como mi hermano lo ha dicho alguna vez, era casi como una reunión de antiguos alumnos que te encuentras, no sé si eran veintitantos años o treinta años después, veintialgo creo y claro todos mayores, pero todos iguales en el fondo, fue muy bonito, fue un reencuentro muy lindo, yo recuerdo que el día ese ahí en el Movistar, en la prueba de sonido, iba llegando gente y te ibas encontrando. Fue muy muy bonito la verdad.
- IR: Aparato Raro. Quería vernos juntos los 4 y sonar como cañón, como lo hicimos.
- ¿Cuál es el momento más especial que recuerdas de esa noche para ustedes?
- Emiliano Aguayo: Todos, encontrarme con los hermanos Arbulú, a quienes había entrevistado a distancia, y en esos días por email. Ver a la Banda Metro, por primera vez en un escenario y que la gente tuviera esa oportunidad. Saludar a Jorge González en el camarín, cuando pocos podían entrar allí. Conversar con Síndrome, Germán Céspedes, Igor Rodríguez, Iván Delgado. Sentir que era un camarín gigante como el que alguna vez deben haber estado en su momento de mayor gloria. Me gusta mucho una foto que tengo junto a Álvaro Scaramelli y Claudio Millán, ambos muy maquillados para el show. Eso, como autor de un libro que los tributa, es el sueño del pibe.
- IR: La prueba de sonido de González, buena. Y el posterior reencuentro después de decenas de años, en el mismo escenario. Sentí que se cerraba un círculo.
- Emiliano ¿Cuál fue tu sensación y qué hiciste una vez que se acabó el evento?
- Emiliano Aguayo: La sensación linda de cumplir el sueño del pibe. Haber hecho un libro original, no de refritos, no un resumen de lo que escribieron otros, sino contar una historia nueva, con respeto, cariño y admiración y no una cosa más mala que miraba desde el hombro a este movimiento, y luego darme el lujo de generar un concierto con nada menos que 14 proyectos musicales de aquella época, con un gran sonido, en un tremendo espacio para conciertos, no es nada de poco. Sentía puro orgullo.
*** SIN COMENTARIOS INGRESADOS***