Una opinión de para el "Día de la Mujer" que se celebra este 8 de marzo, por parte de María Luisa Lozano, CEO y fundadora de EMMA Energy.
A veces pienso en mis abuelas, mujeres de esfuerzo, de trabajo, una de ellas cruzó un océano buscando un mejor futuro para su familia. La otra, hizo lo imposible para que cientos de niños estuvieran seguros de que tenían una oportunidad más allá de su realidad económica.
Ambas se enfrentaron como pudieron a un mundo que no estaba preparado para ellas, cada una a su modo tuvo que hacer malabares entre el trabajo doméstico y el trabajo fuera de casa. Y más allá del aporte que hacían a la sociedad y a sus familias, ambas nacieron en un mundo donde no eran consideradas ciudadanas plenas de derechos.
Cuando pienso en ellas, pienso en lo solitarias que se debieron sentir, quizás hasta fuera de lugar de vez en cuando. Pero también pienso que eso nunca las detuvo, ni a ellas ni a las otras cientos de mujeres que en solitario hicieron lo que no se esperaba de ellas. Sólo hicieron lo que sintieron que tenían que hacer.
Ellas no podían votar, no podían acceder a cargos públicos, no podían trabajar en cualquier área, no podían decidir sobre sus cuerpos, no podían pasear solas, no podían practicar ciertos deportes y tantas otras cosas que para la otra mitad de la sociedad se daban por sentadas.
Hoy, muchas décadas después, el panorama ha cambiado, es cierto, pero aún no lo suficiente como para que dejemos de tener marcado en el calendario el 8 de Marzo como Día Internacional de la mujer. Aún necesitamos recordarle a la sociedad que la cancha no está pareja y que el lugar que tenemos hoy tuvimos en conseguirlo, luchar por él, porque no era “natural” hasta que empezamos a exigirlo.
Todavía nos queda mucho camino por recorrer, en lo laboral, en lo social y también, hay que decirlo, dentro de las propias familias. Tenemos que dejar de ponernos etiquetas de “niño” y “niña” y empezar a mirarnos y tratarnos como lo que somos: Personas. Con igualdad de derechos, deberes y opciones, cada uno de nosotros con sus particularidades, lo que nos hace únicos, pero no superiores ni inferiores.
Por eso mi gran deseo para este 8M es que ojalá ya no sea necesaria esta conmemoración. En que las cuotas, los sesgos inconscientes y la violencia de género estén tan obsoletas que hasta parezca un mito urbano. Y que dejemos de hablar del Día de la Mujer, de hacer bromas sobre el día del hombre y por fin podamos celebrar el día de la humanidad.
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