Parece inimaginable que de un día para otro un miserable virus haya trastocado tan radicalmente nuestras vidas y hoy nos tenga encerrados, sólo rememorando experiencias pasadas. Entonces, ¿Cómo no recordar nuestras fiestas de aniversario hospitalario? Esas, en que terminábamos casi muertos, porque además de cumplir religiosamente con nuestro trabajo, debíamos competir para sacar reina.
Perder, no era nuestro lema y a pesar de que muchas veces éramos pocos participantes nos dedicábamos con pasión y hasta amanecíamos preparándonos para ganar. Generalmente la competencia comenzaba con pruebas deportivas donde los de nuestra alianza éramos un soberano desastre y siempre íbamos abajo en los primeros cómputos, lo que daba pie para que nuestros contrincantes comenzaran a sentirse ganadores y pasaban reventados de creídos inflando el pecho por nuestro lado.
Pero luego, venían las pruebas artísticas que eran nuestra fortaleza y se empezaba a dar vuelta la tortilla y también comenzaban a cambiar radicalmente los ánimos, donde algunos terminaban agarrándose a coscacho limpio y nosotros tratando de calmarlos, diciéndoles que había que saber competir y cómo no, si es más fácil decirlo cuando uno va ganando.
Y parece que realmente teníamos dotes de artistas, porque terminábamos dándoles paliza y generalmente sacábamos la reina. Digo generalmente, porque algunas veces perdimos la competencia, porque el jurado no era ecuánime y desde lejos se notaba como nos quitaban los puntos, por lo que nos sentíamos ganadores igual.
También esta festividad hasta hace algunos años incluía disfraces, donde todos salíamos a saludar a los funcionarios de los servicios públicos y luego pasábamos un rato a la plaza para entretención y deleite del público en general.
Muchos ciudadanos hasta el día de hoy manifiestan su malestar y critican estas actividades, pero se puede ser buen trabajador y al mismo tiempo participar esporádicamente en otras áreas, que son tremendamente útiles y necesarias por la salud mental del funcionario hospitalario, ya que cumple funciones que lo exponen día a día al dolor y debe estar preparado para poder brindar el apoyo que el usuario y su familia necesita.
¡Cómo nos cambia la vida! Y hoy esto, ¡Es tan sólo un recuerdo!, porque ahora en que todos los funcionarios de los hospitales del país debieran estar alegres celebrando un nuevo aniversario, se encuentran atrapados viviendo una de las experiencias más difíciles e impensadas en el ejercicio de su quehacer. Experiencia que los ha mantenido por meses sometidos a la dura tarea de hacer frente a una de las crisis sanitarias más crueles de que quizás se tenga memoria en la historia chilena reciente. Ha sido un año extremadamente duro, que ha ido socavando las fortalezas físicas y mentales de cada uno de ellos y nuestras autoridades aún no encuentran el norte y siguen dando señales equívocas y confusas en su manejo y por otro lado la comunidad se mantiene con su comportamiento egoísta y aún no es capaz de adoptar las medidas de autocuidado para evitar que siga su propagación. Por el cansancio y angustia de los trabajadores de la salud sigamos cuidándonos, el virus en algún momento se controlará, pero los hospitales y sus funcionarios deben continuar…
POR ESTE AÑO DIFERENTE, UN SALUDO FRATERNO A TODOS LOS FUNCIONARIOS DE LOS HOSPITALES DE CHILE, ACOMPAÑADO DE UN ABRAZO RECARGADO DE ANTICUERPOS Y SÓLO PEDIR A DIOS QUE LOS CUIDE Y BENDIGA CON GENEROSIDAD
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