Francisco Flores, se desahoga y con gran sutileza nos cuenta su triste historia de bulling que sufrió en la Escuela 1 de Cañete ante la intolerancia y prepotencia de un 'respetado' profesor y líder scout de la época (años 60/70's).
Parte de mi Historia en la Escuela No.1 Leoncio Araneda Figueroa
A raíz de dos comentarios en mi columna anterior en la que menciono el nombre de un profesor de quién tengo sólo buenos recuerdos en mi corazón, y a raíz de que en uno de estos comentarios este profesor es también recordado con gratitud y alegría, en el otro los sentimientos son absolutamente contrarios, y considerando válidas ambas opiniones, he decidido relatar una experiencia muy desagradable en mi paso por mi amada Escuela De Hombres Nº1 de Cañete, porque la vida está llena de matices que la hacen interesante día tras día para que a través de nuestras experiencias podamos corregir lo que ha estado malo y de alguna manera aunque sea con una humilde opinión dejar una huella iluminada y recta para nuestros jóvenes.
Cuando tenía como 3 años de edad producto de un accidente doméstico sufrí un golpe en el rostro que me trajo como consecuencia una fractura en el tabique nasal; aunque ese diagnostico no lo sabría sino hasta muchos años mas tarde, lo que a través del tiempo me ha provocado variadas complicaciones, desde resfríos, falta de oxigenación, entre otras, influyendo también en mi interacción con las demás personas
Mi mamá como pudo y de acuerdo a sus conocimientos me hizo curaciones hasta lograr que esta herida cicatrizara. No me quedó una evidencia física notoria.
Posteriormente en mis años escolares en la Escuela De Hombres Nº1 cuando por alguna razón era agredido por otro niño y nos trenzábamos a golpes al recibir un puñetazo en la nariz parecía que me destrozaban el rostro entero sin que tuviera claro por qué; así que en esas circunstancias lo que protegía era mi nariz.
Todas las actividades recreativas en la escuela las realizaba de la manera mas eficaz que podía, jugaba fútbol, corría, saltaba pero llegaba a un límite en que comenzaba a cansarme de tal manera que tenía que parar, afirmarme en alguna pared apretarme el pecho y respirar profundo hasta recuperar el aliento.
El problema mas grave que sufría era que la nariz "me corría" todo el día no habiendo pañuelo que soportara tanta actividad. Por esta situación nunca tuve mayores problemas con mis compañeros ni profesores en los cursos de 1er hasta 6to año básico; solamente alguna vecina algo siútica me increpaba sin que yo tuviera una explicación al problema.
Una vez acudí al médico en el "hospital" de Cañete y el brillante facultativo me recetó polvos "cebadilla" para que se me quitara ese problema.
Como el "tratamiento" no dio resultado (hoy me entero de que esos polvos no servían para esos propósitos) ; pasado algún tiempo me dirigí a otro médico y este me recetó inyecciones de penicilina porque todo era producto de un resfrío.
Al final, después de unos 4 o 5 intentos en Cañete decidí olvidarme del asunto y seguir viviendo con la esperanza que ya se pasaría alguna vez el malestar.
--Nuestro profesor Don Valentín Rocha cuando nos hacía un control escrito de algún ramo, a medida y para que no molestáramos a los demás; quienes terminábamos debíamos dejar nuestro trabajo en su escritorio y salir de la sala de clases; nos daba permiso para llevar la pelota de fútbol que era de mi propiedad e irnos al salón a jugar.
El problema era que la "gritaera" que se producía en el salón por un problema de acústica se propagaba a través del pasillo por toda la planta baja de la escuela.
Pues bien, estábamos en una oportunidad jugando varios compañeros mientras los restantes estaban en la sala haciendo su prueba escrita cuando aparece el profesor Manlio Navarrete insigne Líder de Scouts, ejemplo ante ellos y la ciudadanía por tan magnífica labor; y nos grita ¡¡Paren la pelota!!
Los demás niños aterrorizados pues le tenían miedo salen corriendo y el que tenía la pelota en ese momento la lanza hacia mi y al querer atraparla esta da un rebote por lo que la persigo y el profesor Manlio Navarrete se acerca gritándome ¡¡¡ No te dije que pararas la pelota!!! Y me propina con todas sus fuerzas una feroz bofetada con lo que me pareció en ese momento una enorme mano que abarcó mi mejilla izquierda por completo; fue tan brutal el golpe que el gimnasio giró en torno a mi cabeza sintiendo que me iba a desmayar.
Lentamente y con un inmenso dolor en mi mejilla me alejé en la más absoluta soledad de allí y nunca le dije a nadie lo que había pasado.
Posteriormente durante el año 1970 al entrar a séptimo año y cumpliendo con la Reforma Educacional del Presidente Eduardo Frei Montalva mi curso fue desintegrado y repartidos los alumnos entre los cursos A, B y C de acuerdo a sus edades.
Por esta razón muchos de mis compañeros fueron a parar al 7mo B y otros al C, algunos; los mas pequeños nos quedamos en el A, . Pero también llegaron compañeros nuevos.
Con el correr de los días me di cuenta que las cosas habían cambiado en mi vida porque algunos de los compañeros nuevos comenzaron a burlarse de mi y de mi nariz, es decir de mi sonido de voz; y para ello se apretaban la suya y hablaban.
Aquello fue brutal y nuevo para mí; tanto que dejé de hablar en clases pero en exámenes escritos mis notas no bajaban de 6.
En una oportunidad la Sra. Sara Martínez Ramírez Profesora de Castellano, que conocía de joven a mi madre y a mí desde pequeño comentó: "Flores en clases no habla, pero en control escrito se saca un 7, no lo entiendo"
De tal manera era el bullying que me hacían que le pregunté a mi compañero de banco y que veníamos desde 1er año juntos Hugo Moreno Padilla si era verdad que yo hablaba así y él me contestó: "Sí , tu hablas así" Y ¿por qué antes no me habían molestado" ---"Es que a nosotros no nos importa, me dijo" Pero a los compañeros nuevos sí les importaba.
Como ahora tenía un profesor por cada ramo tuve la desagradable sorpresa de encontrarme con Manlio Navarrete como profesor de Educación Técnico Manual los días martes durante 4 horas seguidas.
En una oportunidad en que estábamos haciendo la presentación de un trabajo grupal y estando con mi grupo adelante frente al curso comenzó a "correrme" la nariz, tal situación enfureció a Manlio Navarrete que hizo ponerme de pie frente al curso gritándome ¡¡ suénate la nariz!! ¡¡Otra vez!! ¡¡De nuevo!! Yo replicaba "Señor no puedo, me duele" Llegó el momento en que Américo Saavedra le dijo: "Señor, déjelo; él es así". Pero el Señor Navarrete seguía gritando ¡¡Otra vez!! ¡¡Otra vez!! , hasta que comencé a sangrar, recién ahí me dijo "anda a tu lugar"
Tampoco en esta ocasión le dije a nadie lo que había pasado porque no había a quién decirle aquello en mi amada escuela.
Resultado de esta humillación de parte de quién debía ser ejemplo de tolerancia, respeto y aceptación fue que comencé a hacer la cimarra los días martes las primeras 4 horas de clases; luego me las arreglaba para entrar a las 2 horas que quedaban de la jornada.
Esto duró hasta un día que voy caminando por calle Villagrán a la altura de "El Vergel" hacia el norte y entre el gentío veo que mi papá viene en sentido contrario, entonces me devuelvo corriendo tan velozmente como pude yéndome a esconder en el Fuerte Tucapel.
Mi papá que iba hacia el campo en algún lugar de los alrededores no quedó seguro si era yo a quién había visto; por lo tanto fue hasta la escuela a verificar que estaba allí. No estaba.
El día miércoles tenía clases de Castellano las dos primeras horas, luego Ciencias Naturales con el señor Raúl Durán, y al final Matemáticas con el señor Luis Faúndez.
Las horas de Castellano pasaron sin problemas, luego al pasar lista el Señor Durán me queda mirando y me dice "Flores, vaya a buscar su apoderado".
Yo salí de la sala de clases pero no fui a buscar mi apoderado que era mi mamá, me quedé por ahí. Luego entré a clases de Matemáticas.
Al día siguiente (jueves) las 2 primeras horas Matemáticas sin problemas; luego Ciencias Naturales y al pasar lista el Señor Raúl Durán me queda mirando nuevamente y me dice: "Flores, ayer lo mandé a buscar su apoderado, vaya ahora y si no lo trae va a ser suspendido"
Me fui a casa sabiendo que la cosa se ponía fea que cuando llegué al lado de mi mamá y le dije que la mandaban buscar de la escuela; ¿para qué? Preguntó ella ---No lo sé, contesté .
Mi mamá siempre estaba lavando, cuando no era lavado ajeno era de la casa, así que dejó algo remojando; se cambió ropa y salimos hacia la escuela.
Una vez allí nos dirigimos donde el Señor Durán que en aquel tiempo era el Sub-Director quién estaba en su oficina recibiéndonos gentil y amablemente como era su característica y después de los saludos le soltó el "doblao" a mi mamá.
"Su hijo fue sorprendido haciendo la cimarra".
Mi mamá se puso roja como tomate, tanta vergüenza le dio que a mi me dio mucha pena y ganas de llorar. El Señor Durán le dio un sermón a mi mamá pero nunca me preguntaron a mí la razón de mi cimarra, solo palabras que en ese momento no me servían ni ayudaban en nada.
Yo seguí faltando a clases los día martes por causa de aquel profesor llamado Manlio Navarrete que no me tuvo respeto ni consideración por mi calidad de educando como decían habitualmente todos los profesores, para mi solo la brutalidad tenía cabida en su corazón, razón por la que me alegré hasta el regocijo cuando se marchó al norte del país y llegué a desear que el medio de transporte en el que viajaría tuviera un accidente en la ruta.
Todo aquello porque no tuvo consideración ni respeto por un problema que si él no conocía bien tampoco tenía la solución.
Pero el problema más importante; según lo veo yo, es que nunca nadie me preguntó por qué hacía la cimarra. Nadie se interesó en el problema, sólo la llegada de un nuevo profesor que venía desde la Escuela "La Granja" cambió las cosas y regresé a clases los días martes voluntariamente.
Hoy no cabe ninguna duda en mi corazón que el Señor Manlio Navarrete como profesor y líder de scouts dejó recuerdos imborrables en muchos alumnos de Cañete, y aquello es digno de reconocer y aceptar; pero en el mío dejó una huella terrible de intolerancia y prepotencia como jamás sufrí de algún profesor.
A pesar de lo anterior mi paso por la Escuela De Hombres Nº1 de Cañete lo recuerdo con alegría y gratitud porque me dio las herramientas necesarias para enfrentarme a la vida laboral con entusiasmo y Fe en un futuro mejor.
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